Comencé a escuchar su nombre de lejos en el instituto, un lunes a primera hora. Sucedió en esos instantes en los que uno no ha terminado de despertarse. De Orihuela dijo el profesor, Miguel Hernández el poeta de la higuera. Por aquel entonces yo no era más que un chaval que comenzaba a descubrir el mundo y estaba más ocupado en estudiar a mis compañeras que en prestar atención a las palabras del profesor, un hombre barbudo cuyo nombre se ha perdido en mi memoria. Aquel día no presté atención y no era consciente de que ese tal Miguel Hernández iba a salvarme la vida. Años más tarde, cuando, a parte de las mujercillas, me empecé a interesar por otros aspectos de la vida fue cuando le conocí de verdad, cuando soñé con nanas de cebolla, cuando lloré la muerte de Ramón Sijé, cuando la guerra, en la maldita guerra, le habían dado muerte a este Miguel de mis Hernández. Aquella elegía, Miguel compuso aquella elegía para su buen amigo Ramón y sin saberlo había escrito mi salvación, mi forma de huir de la muerte. Porque yo también perdí a un amigo, lo perdí en Bullas, su tierra y la mía, lo perdí cuando murió como del rayo Antonio Sánchez con quien tanto quería. No quise aceptarlo, no quise vivir con la idea de haberlo perdido y, en silencio, le recité este poema, porque a veces pasa, a veces cuando más lo necesitamos las palabras se niegan a salir y tenemos que acudir a las de otras personas. Y así fui llorando en silencio hasta que un día, en un recital de poesía me atreví a levantarme y recitarla en voz alta para él. Me liberé, sentí a mi amigo tan vivo como antes y desde entonces no he parado de sentirlo. Porque la muerte es eso, recuerdo, la memoria de los que se fueron y desde entonces él siempre ha estado vivo. Así que una vez más te dedico a ti, Antonio, estos versos que siempre fueron tuyos:
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
Daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
(10 de enero de 1936)
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
Daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
(10 de enero de 1936)
¡Dios mío! Qué emoción más honda me habéis producido. Esta entrada, de ambos, me ha puesto los pelos de punta.
ResponderEliminarEs impresionante. Mis palabras son cortas para felicitaros, porque lo que contáis sacude y emociona.
Sólo puedo aplaudiros, arrimar mi hombro con los vuestros para que sepáis que esta elegía que siempre me ha conmovido tanto, de ahora en adelante, también la asociaré con vuestro querido amigo de Bullas.
Me uno a vuestro doble homenaje y declaro la entrada de esta página como de interés cultural prioritario.
Todos hemos recurrido en algún momento, ante la muerte, a estos versos.
ResponderEliminar(caracolas)
Emotivo y vivísimo. Impagable tu relato. Por eso nos gusta tanto Miguel Hernández, "me llamo barro aunque Miguel me llame", porque su voz es la nuestra. Y eso está al alcance sólo de los grandes poemas. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Tu corazón y tu alma en Bullas! Los míos unidos a vosotros por la poesía.
ResponderEliminarUn abrazo
No. A mí no me miren. Hablen al Fumador. Yo aún sigo con la boca abierta, el alma encogida y con dos huecos en el pecho: el mío y el suyo. Yo venía de viaje, de abandonarme en las vías del tren. Yo venía de la tristeza a la tristeza.
ResponderEliminarFelicidades Fumador. Mi sombrero a tus pies y mi alma en el alambre.
Salud a todos.
Quisque
Isabel, muchas gracias por las palabras tan amables que siempre nos dejas, muchas gracias por tu hombro, por tu calor. Brindo contigo muy alto y muy fuerte.
ResponderEliminarUn gran abrazo amiga.
Mariajesus, tienes razón, todos acudimos a Miguel cuando la vida flaquea...siento la errata intentaré cambiarla.
Un abrazo.
Ramón, agradezco muchísimos tus palabras y como dices la voz de Ramón es la nuestra, porque es el poeta del pueblo, porque nos hace complice de esos versos que dominó con maestría. Ha sido un honor compartir esta experiencia con vosotros.
Un fuerte abrazo amigo.
Laura, muchas gracias por tu calor. Puedes venir a Bullas y a esta casa cuando quieras, siempre serás bien recibida.
Un abrazo.
Quisque, gracias a ti también, por estar siempre ahí, por todos esos ratos de risas que pasamos, por todo lo que nos espera. Se que ese tren se ha llevado gran parte de ti, pero commo te he dicho en otra ocasión el tiempo pasa raudo y cuando menos te lo esperes ese tren volverá para quedarse mientras tanto no te quedas sólo.
Un fuerte abrazo.
Muchisimas gracias a todos por vuestras palabras y por este homenaje.
Saludos sinceros.
el fumador.
De las tres heridas con las que venimos como decía Miguel Hernández, la de la muerte es la más difícil de sobrellevar, no tengo ninguna duda.
ResponderEliminarEmotivo y sentido homenaje.
Un abrazo
Suerte encontrar tu blog y tu propuesta para Migue Hernandez.
ResponderEliminarSaludos
Raticulina, sigo conmocionado con tu texto; "no pudieron cerrarle los ojos" que gran frase, qué forma de morir, gracias por tus palabras y por el descubrimiento de tu blog. Te seguiré.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
El fumador
Pinto, yo me quedo con la vida tras una cámara, me ha gustado la primera impresión, espero que sigamos hablando. o sea que lo mismo digo, suerte encontrar tu blog.
Un gran abrazo
el fumador
Siempre me han emocionado estos versos de M.H. Hoy les has dado una nueva dimensión. Fabuloso, de veras. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras Susana y por disfrutar de este grandísimo poeta.¡Por la poesía!
ResponderEliminarUn gran abrazo.
El fumador