Cinco años después de la muerte de mi madre, el día en que mi padre trajo el Gremling a casa, algo cambió para siempre. Sucedió hace un año y aún hoy, cuando lo pienso, creo que mi padre lo sacó de un misterioso bazar del barrio chino y no de la cafetería del centro en donde insistía que se habían conocido. Meses, mi padre estuvo meses hablándonos a mi hermano y a mí sobre el Gremling. Y aunque él siempre lo llamó María, para mi hermano Alberto y para mí, era el Gremling.
El día de su llegada, vestía un vestido de terciopelo rojo y unos labios pintados en exceso y en ese primer momento fui consciente de su aversión al agua, como si alguna ley misteriosa le prohibiera ponerse en contacto con la ducha. Y así, con su pestilente presencia la casa se fue inundando de un hedor insoportable al que mi padre, demasiado ocupado en admirar sus ojos de Gremling, era incapaz de apreciar. Aunque a veces el Gremling si se duchaba y cuando eso sucedía era algo terrible, ya que parecía multiplicarse y toda la sala se llenaba de Gremling en torno a un juego de té donde discutían sobre prensa rosa y devoraban ingestas cantidades de galletitas saladas.
Y lo peor, claro está, sucedía cuando se marchaban de casa. En esos momentos la sala de estar parecía haber sido víctima de alguna contienda bélica y mi hermano Alberto y yo nos veíamos en la obligación de recogerlo todo.
Con el paso del tiempo el Gremling dejó de comer durante el día y no era hasta la media noche, hora en la que se levantaba después de un largo día de siesta, donde el Gremling se atiborraba de pepinillos y gintonic. Mi padre decía que era normal, que había sido enfermera durante muchos años y ese horario alternante al final acaba dejando huella. Y así, con el Gremling durmiendo todo el día y mi padre enloquecido por sus huesos, fuimos pasando aquel verano. Hasta que un día el Gremling, en un estado neurótico causado seguramente por la gran cantidad de gintonics en vena, acostumbró a meterse por las noches en mi cama. Noches en las que se pasaba un buen rato sobándome hasta que un momento de lucidez incidía en su cabeza y al ver que no era mi padre se ponía histérico y comenzaba a arañar y a pegarme mordiscos. Todo esto se fue repitiendo durante un largo año. Por suerte para todos, un día, mi padre decidió pedirle matrimonio y este, asustado quizás por un compromiso mayor, como si aquellas palabras se hubieran vuelto rayos de sol que amenazaban con destruir su piel, el Gremling salió de casas corriendo y nunca más le volvimos a ver.
Ahora que ha pasado tiempo de aquello me pregunto qué habrá sido del Gremling. Quizás haya vuelto a aquel misterioso bazar chino del que nunca debió salir. Lo que he sacado en claro es que me gusta que mi padre esté soltero, que el día que vuelva a echarse otra novia yo me largo de casa.
El día de su llegada, vestía un vestido de terciopelo rojo y unos labios pintados en exceso y en ese primer momento fui consciente de su aversión al agua, como si alguna ley misteriosa le prohibiera ponerse en contacto con la ducha. Y así, con su pestilente presencia la casa se fue inundando de un hedor insoportable al que mi padre, demasiado ocupado en admirar sus ojos de Gremling, era incapaz de apreciar. Aunque a veces el Gremling si se duchaba y cuando eso sucedía era algo terrible, ya que parecía multiplicarse y toda la sala se llenaba de Gremling en torno a un juego de té donde discutían sobre prensa rosa y devoraban ingestas cantidades de galletitas saladas.
Y lo peor, claro está, sucedía cuando se marchaban de casa. En esos momentos la sala de estar parecía haber sido víctima de alguna contienda bélica y mi hermano Alberto y yo nos veíamos en la obligación de recogerlo todo.
Con el paso del tiempo el Gremling dejó de comer durante el día y no era hasta la media noche, hora en la que se levantaba después de un largo día de siesta, donde el Gremling se atiborraba de pepinillos y gintonic. Mi padre decía que era normal, que había sido enfermera durante muchos años y ese horario alternante al final acaba dejando huella. Y así, con el Gremling durmiendo todo el día y mi padre enloquecido por sus huesos, fuimos pasando aquel verano. Hasta que un día el Gremling, en un estado neurótico causado seguramente por la gran cantidad de gintonics en vena, acostumbró a meterse por las noches en mi cama. Noches en las que se pasaba un buen rato sobándome hasta que un momento de lucidez incidía en su cabeza y al ver que no era mi padre se ponía histérico y comenzaba a arañar y a pegarme mordiscos. Todo esto se fue repitiendo durante un largo año. Por suerte para todos, un día, mi padre decidió pedirle matrimonio y este, asustado quizás por un compromiso mayor, como si aquellas palabras se hubieran vuelto rayos de sol que amenazaban con destruir su piel, el Gremling salió de casas corriendo y nunca más le volvimos a ver.
Ahora que ha pasado tiempo de aquello me pregunto qué habrá sido del Gremling. Quizás haya vuelto a aquel misterioso bazar chino del que nunca debió salir. Lo que he sacado en claro es que me gusta que mi padre esté soltero, que el día que vuelva a echarse otra novia yo me largo de casa.
Después de leerte, lo que tengo muy, pero que muy claro, es que si alguna vez un Gremling se dedica a jorobarme la vida, que hay muchos, le pediré matrimonio para quitármelo de encima. Je, je, je, je... Vaya tela. Por lo pronto los bazares chinos están prohibidos a los miembros de mi familia, por si acaso.
ResponderEliminarUn relato muy divertido.
Un abrazo.
¡Y yo que pensaba que las Gremlins era como los peluches...! ¡Qué suave, bajo las sábanas...!
ResponderEliminar¡Un manguerazo de los antidisturbios!
Salu2,jejejeje.
Jaja, que grande la foto que acompaña al texto. Donde habrá ido a parar...
ResponderEliminarmuy bueno. Un abrazo
Mercedes haces bien, como el Gremling entre en casa puede llegar a ser desastroso. Jeje. Muchas gracias por tus palabras, me alegro de que hayas disfrutado leyéndolo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fumador
Dyhego, al principio los Gremlin son como peluches pero en el mismo momento que se aficionan a los gintonic se transforman en seres monstruosos, en violadores despiadados. Jeje
ResponderEliminarSaludos
Fumador
Jeje, gracias por tus palabras Suso. La foto es la viva imagen de María, el Gremlin que entró en la casa, aunque ahí parece pequeño en realidad mide casi dos metros y su aliento apesta a pepinillos y gintonic. Jeje.
ResponderEliminarun abrazo
Fumador
jajajaja, que bueno tio!
ResponderEliminarahora que vuelvo a ser un esclavo mas mola leer cosas de estas y que se alegre uno una miaja, nos vemos donde mon.
saludos HB
Vaya con el muñeco de marras... Jajajaja. ¡Menudo!
ResponderEliminarHombre, Fumador, si tu padre se echa una novia de carne y hueso, sé transigente. Jajaja.
Me has hecho reír y eso no tiene precio.
Abrazos.
Hombre Bellota, aguanta un poco, dentro de nada serás aún esclavo pero más libre que hasta ahora, por lo menos te librarás de la construcción. JEje. Mientras tanto esta es tu casa (luego también ¿eh?) jeje.
ResponderEliminarSiempre es un placer reir contigo.
Nos vemos donde Mon.
Un abrazo
Fumador
Jaja, Isabel, es que con el Gremling lo pasé tan mal... no sé si podré soportar otra novia de mi padre jajajaja.
ResponderEliminarSabes muy bien que hacía falta unas risas, me encanta que ahora nos riamos juntos.
Un abrazo
Fumador
Es el segundo comentario que te mando, maldito internet que se me corta... si el anterior te ha llegado no los publiques los dos, publica solamente el que te caiga mejor.
ResponderEliminarTe decía que lo de vivir cerca de una pollería te sienta de maravilla porque te procura ese punto surreal que me encanta. Es memorable la novia de tu padre. Es memorable que se enamorara, eso siempre es bonito. Tu ironía no es tan memorable pero le saliste escritor a tu padre, contándolo todo, y eso es siempre una putada. Un gran abrazo.
Tio !qué bueno! esta guapísimo
ResponderEliminarRamon, sólo me ha llegado este último comentario. Este internet...
ResponderEliminarLa verdad es que la pollería Junterones hace que te sumerjas en una irrealidad extrema, jeje. Mi ironía es tan poco memorable como ese vestido que llevaba la madre. Mi padre no mira con buenos ojos eso de ser escritor, dice que somos seres miserables y rastreros, cazadores en busca de ideas para plasmarlas en un papel que nadie leerá... ¡Qué cosas!
Muchas gracias por tus palabras, siempre es un placer.
Un fuerte abrazo
Fumador
¡Qué bueno verte por aquí Talentino! me alegro que te haya gustado el texto.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un abrazo
Fumador
Tu Albertico y tú sois dos raros, yo la veo una chica monísima y con ese pecho que medio se le ve, no me extraña que tu padre se encoñara con ella, con María. Un abrazo.
ResponderEliminarP.D. Ya que Isabel no ha corregido, lo hago yo: te salió bario por barrio. Otro abrazo.
La verdad Thornton, ahora que lo dices, estoy empezando a ver con otros ojos al Gremling... con esa piel blanca y verde, con ese esconte..jeje
ResponderEliminarGracias por la errata, ya está arreglada.
Un fuerte abrazo.
Fumador
Nunca le pidas matrimonio a un Gremlin después de las 12h. Te pueden decir que sí, que quieren. Tu padre iba sobre seguro. Lo sabía. Sabía de la vida, como todos los padres, porque por eso son padres, para saber lo que los hijos no. De ahí que se lo pidiese justo después del desayuno, seguro, cuando el cuerpo está todavía de esa manera en la que se ve reclamado por múltiples urgencias fisiológicas. De manera que en ese estado, lo primero que sientes al escuchar una proposición como esa es un apretón incontenible, y te vas, y se fue. Ahora, después de las 12 amigo... eso es otro cantar
ResponderEliminar¡Salud!
Hablador, todo un honor recibir tus palabras. Quizás tengas razón y el Gremlin recibió aquella noticia a un hora bastante intempestiva, una hora donde aquellas urgencias fisiológicas tienen cararcter de urgentes.
ResponderEliminarAhora mi pregunta es ¿Si hubiera sido Naomi Campbell, habría esperado mi padre a las doce?
jeje, eres tremendo amigo.
Un abrazo
Fumador
Bueno, bueno, es que eso son ya palabras mayores amigo. No hay padre que resista un golpe del hueso de la cadera de Naomí
ResponderEliminar¡salud!
Sí, tienes razón Hablador. Si en vez del Gremling hubiera sido Naomi Campbell no me hubiera importado el tema de los gintonic y el que se metiera en mi cama...¡Dios mio! jeje
ResponderEliminarUn abrazo
Fumador
Jo, cómo sois los hijos...los mios me tienen avisada que si llevo un noviete a casa no va a sobrevivir...
ResponderEliminarCo ese pelo y esa barba tu eres mi gremli favorito
ResponderEliminarJaja, la verdad es que a veces los hijos somos muy crueles. Rat, si yo fuera tu hijo no me importaría que te echaras novio, siempre y cuando no fuera un Gremlin... jeje seguro que eres una madraza.
ResponderEliminarUn abrazo
Fumador
Jesus. Tu eres mi escritor favorito. ¡Qué grande eres! un fuerte abrazo
ResponderEliminarFumador
es zulma lobato!!!!!!!
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