martes, 11 de octubre de 2011

Los ajolotes de Cortázar

Cortázar no sé si era un genio, pero logra que me estremezca con muchos de sus cuentos. Hace unos días me hablaron sobre uno de sus relatos, un relato sobre los ajolotes, que me ha hecho pensar mucho, quizá demasiado.


Ahora soy incapaz de ver la televisión, de escuchar a los políticos, sin pensar que esos seres que están ahí, inmóviles, con rasgos humanos, con un pensamiento que intento dilucidar, me están influyendo tanto que cuando hablo parecen sus palabras las que brotan de mis labios.



Vuelvo a buscar la imagen de los ajolotes en la red, en los acuarios, y estos seres a mitad de camino, estos seres en plena metamorfosis, me producen una gran angustia. ¿Serán los políticos monstruos mitológicos? ¿Seré yo también un monstruo en potencia? Creo que voy a tapar todos los espejos de mi casa.

jueves, 8 de septiembre de 2011

EL BIBLIORFANATO: García Márquez

Las esencias y los venenos no se venden a granel. Ir a la librería y comprar libros por peso, a razón de 10 euros el cuarto de kilo, nunca me pareció lógico. Será por eso que en los últimos días me he empeñado en la lectura de obras de pocas páginas y gran calidad. Pero como esto de la calidad se mide por criterios muy personales, dejaré que cada lector se encuentre con ellas y decida.



Como ya he comentado en otras entradas, este verano han pasado por mis manos Infecció y La gran novela sobre Barcelona de Sergio Pamiés, La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, Alma de Javier Moreno, El último encuentro de Sandor Marai, Pedro Páramo de Juan Rulfo y, acabo de terminar de leer, El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez.


De esta última no me voy a detener en mucho más que decir que es buena, muy buena, y que transmite muchas sensaciones en sólo cien páginas. Pero lo que sí quiero anotar aquí son las palabras que su autor le dijo a Manuel Pereira en 1979: “Yo creo que es mi mejor libro, sin lugar a dudas. Además, y esto no es una boutade, tuve que escribir Cien años de soledad para que leyeran El coronel no tiene quien le escriba” ¿Libros de kilo como cebo para los de cuarto? Mi abuelo pescaba al contrario, con pescados pequeños para coger los grandes, pero qué tiene que ver la pesca con la literatura.

martes, 6 de septiembre de 2011

EL BIBLIORFANATO: Juan Rulfo

No podría ser de otro modo. Juan Precioso es hijo de Pedro Páramo. Como sus apellidos indican es un hijo no reconocido legalmente, que crece y vive lejos de su padre. Al morir la madre de Juan Precioso, ésta le indica quién es su padre y el hijo se marcha a su encuentro.



Hagamos un juego con los apellidos. Juan es el hijo deseado, algo precioso, muy estimado que deja la huella de la memoria en su madre. Juan es el hilo de Ariadna que permite a la madre volver, regresar a su pasado, una patria de la que se exilió por algún motivo. Imagino que cuando alguien emigra es para buscar algo mejor o por huir de un mundo del que se ha visto expulsado. Así Juan reconduce los pasos de su madre hacia atrás, lleva el alma de su madre muerta hasta el lugar donde se desarrolló como persona. Pero cualquier regreso es peligroso. Juan se encuentra con el páramo, con el terreno yermo y raso en el que se ha convertido su origen. Juan se encuentra sólo, desabrigado, expuesto al pasado sin saber quién ni desde dónde le habla. Juan Precioso carga el alma de su madre y se ve envuelto en el mar de almas que quedan en Comala.



Pedro Páramo es el agujero negro, el vórtice, el personaje central de este pueblo imaginario. Páramo arrasa con todo: mujeres, tierras, hombres, animales y, en fin, deja asolada la tierra en la que vive. Comala es, desde el primero momento, un páramo. Comala y Pedro Páramo es el lugar arrasado de la memoria.



La memoria es ese lugar repleto de muertos, de voces, de murmullos que desde el pasado parecen reconocernos. La memoria es lo que nos impulsa a caminar, a regresar; pero también es la memoria homicida, la que nos asesina lentamente por el miedo a lo que fuimos. La memoria, ese lugar mítico donde residen todos nuestros muertos y los muertos de nuestros muertos, es Comala. Regresar a ella tiene sus costes. Regresar supone pagar un peaje.


Juan precioso regresa a Comala, a la memoria, a la historia de la familia y desde allí nos narra la historia de un lugar, de un pueblo, de un modo de vida. Desde Comala nos habla como un muerto que habla con los muertos.



Pedro Páramo, de Juan Rulfo, es el veneno de la escritura. Cien páginas de creación, imaginación, historia y pasado.

miércoles, 17 de agosto de 2011

EL BIBLIORFANATO: Maldito agosto

Agosto me mata, aunque me mata menos que los agostos de Murcia. Aquí hace otro tipo de verano, ni mejor ni peor, sólo menos asesino. Para ocupar el tiempo entre la siesta y el sueño mira las estanterías, hago cábalas y pienso en qué libro será el siguiente que se cambiará de lugar. Los libros son como esas rayas del desfragmentador de disco. Algunos no se pueden mover, dan miedo y permanecen año tras año en la lista de espera, en la zona alta de la lista de pendientes de leer, pero ahí continúan. Otros si que cambian de lugar. Me he dado cuenta que los que más se mueven son los delgados. Miro Alma, La gran novela sobre Barcelona y los veo moverse, ocupando espacios distintos, llenando espacios, vivos. Sin embargo las obras completas no suelen moverse.

Mis estanterías son mi memoria. Se llenan, cambian de lugar, algún día de limpieza todo se mueve de manera definitiva y el cartón acoge al papel y el papel la tinta y la tinta cae en el olvido. Hay obra que no salen de las estanterías, pero otras, otras estoy deseando meterlas en la maleta y alejarlas, para que no contaminen. Son como mensajes spam, como virus que se ejecutan al abrir las hojas. Necesitaría sistematizar mi espacio, pero soy un Diógenes literario. Hoy le rezo a Sergi Pamiés, a Javier Moreno, a Juan Bonilla o a Raymond Carver. Le pondría velas a algunos libros, a los últimos que he leído de García Márquez o de Eduardo Mendoza; pero velas encendidas que transformasen el papel en ceniza y la tinta en humo negro. Diógenes y pirómano. Este agosto me mata, pero me mata menos que los agostos de Murcia.

domingo, 24 de julio de 2011

EL BIBLIORFANATO: Eduardo Mendoza





Hace muchos años que descubrí, bajo una funda de papel que cubría la portada, El misterio de la cripta embrujada. Mi hermano era muy joven y yo casi un niño con necesidad de descubrir, sobre todo lo que estaba en la estantería de los mayores. Leí aquella obra y me gustó. Olvidé el autor, pero su nombre se fue repitiendo. Tiempo después, cuando ya sabía leer, disfruté y adoré La ciudad de los prodigios. Mendoza tomaba nombre en mi biblioimaginario. Un gran libro que me hacía preguntarme porqué no lo leía todo el mundo, porqué no leía todo el mundo. Años más tarde me defraudó con Sin noticias de Gurb y El laberinto de las aceitunas, y ya no me preocupé más por este escritor catalán.


Mendoza dejó espacio a otros, no mejores ni peores, yo diría que distintos. En los huecos leería libros con un humor más fino e inteligente que el de Gurb, novelas más interesantes que El misterio de la cripta embrujada; pero La ciudad de los prodigios no ha podido ser eliminada de mis estanterias del recuerdo. Así que cuando encontré en el rastro de La aventura del tocador de señoras y Mauricio o las elecciones primarias, me vi impulsado a rescatarlos e incluirlos en mi bibliorfanato, aunque fuese por respeto a una gran obra.


Mauricio aun ocupa el espacio de los no leídos. Me decidí iniciar la revisión con La aventura del tocador de señoras y, ¡oh, sorpresa!, de nuevo humor. Un novela policiaca de humor con personajes cogidos de los pelos, con un recién salido de un manicomio que investiga y participa de un asesinato. Una comedia de enredo con alcalde, empresario, abogado, hijas y padres desconocidos, mujer rica y mucho descaro en el lenguaje. No me gusta la novela, la trama, la historia; pero tiene detalles salvables, muy interesantes. Veamos: el lenguaje, independientemente de poco creíble, es un juego descarado de cultura en un mundo de incultos, frases equivocadas, palabras utilizadas con un significado poco apropiado y giros totalmente inadecuados forman parte de las conversaciones de esas gentes de libros de plástico. Por otro lado están las escenas de carácter teatral, pura comedia de enredo, en la que en una habitación se acumulan personajes, historias entrecruzadas, que terminan escondidos debajo de la cama, en el armario o el aseo. Incluso detrás de la cortina. Mientras que suena un timbre que da paso al siguiente personaje. Dos momentos muy interesantes de la obra. Por último, la resolución al estilo clásico de novelas de Christie, con reunión en una habitación mientras el investigador desentraña toda la trama, con acusaciones cruzadas y cómicos cambios de asesinos y móviles. El final, extraño y casi prescindible.


En resumen, Mendoza con esta obra no me hace volver a aquella satisfacción de mis primeras aventuras como lector; pero me reconcilia con el lector que soy ahora. Disfrutar de pequeñas cosas, detalles, técnica, estilo y dejar pasar algunos errores, al menos para mi, que no desprestigian al escritor consagrado.

martes, 21 de junio de 2011

EL BIBLIORFANATO: Pedro Zarraluki

Hacía mucho tiempo que no sentía la pérdida de tiempo mientras leía una novela. Siempre parece hay algo que aprender en ellas: historia, técnica, personajes, trama… Siempre algo al acecho para sorprender al lector; pero esta vez no he sido buen cazador, he esperado en la retaguardia durante más de cien páginas, casi la mitad del libro, y salvo algunas frases que quise apropiarme, nada.



Llegué a Zarraluki por un pálpito. Aquel apellido me atraía. Lo encontré en un rastro cerca de la Ciudad del Aprendiz. Parecía una premonición. Compré dos de sus libros: Un encargo difícil y Las fantásticas aventuras del barón Bóldan. Del segundo aun no sé nada. El primero es el motivo de estas palabras. Una historia de postguerra civil en Cabrera. Una isla pequeña, con personajes desterrados, un asesinato en ciernes, una ataque por mar sobre la isla que no llega, la memoria de personajes que rondan la isla. No está nada mal para crear una historia, pero las pinceladas no crean el cuadro. La historia no atrapa. El uso de los tiempos, de los narradores o el orden de la historia se encargan de obligarme a dejarlo. Ahí se quedó, en mitad del Mediterráneo, en mitad de la historia.



De las frases que me atrajeron:

- … la vida es estar incómodo en algún sitio.

- … lo peor de las guerras es que, para el común de la gente, un buen día terminan y no se nota la diferencia salvo por los estragos que dejan.

- El mundo sólo era feo a ratos.

- Las niñas empezaban a hacerse mujeres por los hombros.

Algunas otras frases permanecen marcadas a lápiz entre las páginas. Quizá estas palabras sean suficientes.

miércoles, 15 de junio de 2011

EL BIBLIORFANATO: Bukowski y Harrison

Hay domingos extraños, en los que amanece temprano y el rastro de Valencia aun tiene olor a cajas desembaladas y a polvo de almacén. A esas horas salí a la caza de libros huérfanos y por sorpresa me encontré con Harrison y Bukowski. No eran personajes para dejarlos tirados sobre el asfalto y los recuperé para mi bibliorfanato. Si Harrison era un madrugador, a Bukowski no podría pensar más que lo había encontrado en plena retirada nocturna.

El primer libro, Principios de Medicina Interna (16ª ed.) del profesor Harrison, estaba aún envuelto en su plástico primigenio y allí, abandonado a su suerte, lo encontré por el misérrimo precio de diez euros. Un regalo para los que estudian medicina. Sabía que no era su lugar y ahora me mira desde las estanterías.

El segundo libro, Hollywood de Bukowski, debía sentirse en su ambiente. Rodeado de libros viejos, objetos antiguos, personas desahuciadas y oliendo a encierro, sentí que lo sacaba de su entorno. El libro es una obra muy interesante. Una novela sobre el guionista de una película que busca medios para ser grabada, montada y estrenada en la ciudad del cine. Una visión ácida y crítica del mundo del séptimo arte que Bukowski deja en el lugar que, según él, le corresponde. Un conjunto de personajes caprichosos, cambiantes, en plena lucha y que son capaces de jugar con los sueños del escritor. Actores volubles, productores timadores, escritores indefensos ante las circunstancias y allegados de todo tipo tienen cabida entre sus páginas.


En algunos momentos la novela recuerda a la obra Burton Fink de Joel Cohen. En otros momentos nos lleva al tan manido tema de la literatura de los escritores, pero sabe salir de ella gracias a un guionista muy particular y que huye constantemente del entorno erudito y literario. El protagonista, alter ego de Bukowski, nos lleva a los bajos fondos de la ciudad y del cine. Una obra que ocupa un puesto importante en este bibliorfanato.


lunes, 23 de mayo de 2011

Robando poesías ayer madre me perdí

Todo comenzó con este poema que robé en el blog lasgafasdemicke.blogspot.com:

Cuando los tranvías te visiten de noche
dirás que todo fue mentira, mientras bebes
esa luz que muere en la mirada.
Y recordarás los viejos libros

donde guardabas rojas amapolas
entre sus páginas de primavera,
y no quedará nada,
sólo un polvo violeta

manchando de melancolía sus páginas.
Porque el tiempo,
no conoce más pausa que la muerte.


Y acabó con éste:

Cuando los tranvías te visiten
dirás que todo fue mentira,

mientras bebes esa luz

que muere en la mirada.
Y recordarás los libros
donde guardabas amapolas
entre páginas de primavera,
y no quedará nada,
sólo un polvo violeta
manchado de melancolía.
Porque el tiempo,
no conoce más pausa que la muerte.

jueves, 12 de mayo de 2011

Huyendo con Corto Maltés

Aún tengo el temblor en las piernas, desde el dos mil cinco, cuando mi casa comenzó a moverse y vi que estaba en un lugar demasiado pequeño. Ayer, cuando supe que todo volvía tambalearse por mi tierra, cuando comprobé en la televisión (a pesar de los periodistas morbosos) que algunos edificios se venían abajo en Lorca, sentí la necesidad de buscar un espacio inmenso. Busqué en mi bibliorfanato personal. Saqué los cómics de Corto Maltés y viajé. De isla en isla, buscando puertos, encontrando pueblos aislados por Sudamérica y la Polinesia. Navegué con Boca Dorada, el Monje, con Rasputín y, aunque nada podía hacer por combatir contra la naturaleza, al menos encontré un lugar más amplio que mi patio estrecho o mis calles retorcidas de casco viejo.


Después encontré algún comentario en las redes sociales. Eugenio escribía en su perfil: “curarse en la literatura…” Creo que, de algún modo, todos estamos conectados, más allá del FB.


Desde aquí, un abrazo a los lorquinos y a todos los que se arriesgan a vivir sobre una falla.