Conozco a un escritor que está escribiendo una novela. Esto no es algo original, ya lo sé. ¿Cuántas novelas se ocultan en los escritorios? Prefiero no responder a esta pregunta. Este conocido pretende narrar la historia de un escritor y su relación con la literatura. Algo aún menos original si cabe. Pero lo peor no es esto, lo peor es que quiere que lea su manuscrito, el primer borrador, antes de hacer ninguna corrección. Me da miedo enfrentarme a ese montón de folios. No quiero luchar contra una espiral negra que ensarta autores noveles que cuentan historias sobre escritores y los libros.
Hace pocos días hice una lista de novelas que trataban este tema. Cansado, tras haber pasado la tercera página en la que anotaba obra y autor, cerré el bloc de notas y me fui a dormir. A la mañana siguiente me llamaron del trabajo, habían encontrado a un hombre atado de pies y manos en la cocina de su casa. El cabo me informó de que el cadáver no presentaba signos de violencia física, sólo tenía la boca llena de folios escritos. Por el suelo de la cocina se esparcían los restos de lo que parecía una novela. El escenario no presentaba más rasgos destacables. Mientras pensaba en el hijo de puta que podía haber hecho eso me senté en la cama. Al ponerme los pantalones un objeto extraño se me clavo en el muslo. Era un objeto negro, en espiral, de los que ensartan a los escritores que sólo saben escribir sobre libros.
Hace pocos días hice una lista de novelas que trataban este tema. Cansado, tras haber pasado la tercera página en la que anotaba obra y autor, cerré el bloc de notas y me fui a dormir. A la mañana siguiente me llamaron del trabajo, habían encontrado a un hombre atado de pies y manos en la cocina de su casa. El cabo me informó de que el cadáver no presentaba signos de violencia física, sólo tenía la boca llena de folios escritos. Por el suelo de la cocina se esparcían los restos de lo que parecía una novela. El escenario no presentaba más rasgos destacables. Mientras pensaba en el hijo de puta que podía haber hecho eso me senté en la cama. Al ponerme los pantalones un objeto extraño se me clavo en el muslo. Era un objeto negro, en espiral, de los que ensartan a los escritores que sólo saben escribir sobre libros.
Qué te digo... ¿No te da penita este escritor que confía en ti? Pues no, ya veo que no. En fin, tú mismo. A ver qué le vas a decir para no morir con los folios atragantados en medio de tu cocina.
ResponderEliminarJe, je, je... Pero qué malo eres.
Un saludo.
Bueno, lo mejor es una opinión sincera, lo demás, me lo tomo como parte de una pequeña novela de intriga..
ResponderEliminarun abrazo
Mercedes, hay más escritores que lectores, esta balanza no se mantiene. Hay que ir revisar con cuidado que leer antes de comenzar el divertido trabajo.
ResponderEliminarSalud
Perich
Suso. La sinceridad. A veces la sinceridad sería decir que no quieres leerlo y punto. Pero es tan difícil. La hipocresía es nuestro peor enemigo.
ResponderEliminarSalud
¡No seré yo el que te deje a leer algo mío, jejejeje!
ResponderEliminarNi yoooooooooo, Dyhego. Ay, lo que tenemos que sufrir los escritores.
ResponderEliminarjajaja. No me digas eso Dyhego, que ya me lo dijo Cervantes y mira dónde ha acabado. Yo soy el que mueve los hilos de este cotarro editorial.
ResponderEliminarSalud y leña.
Perich
Mercedes. Seguro que sabrás que sacrificado es el mundo del escritor, pero ¿y el del lector? ¿Acaso no es también un sufridor de la literatura?
ResponderEliminarSalud
Perich, ¿quedan lectores por ahí? Infórmame dónde se esconden esas raras aves.
ResponderEliminarMe he sonreído internamente... Cuántas veces hay que comerse los folios y agredir las vanidades con las espirales de los cuadernillos.
Besos grandes, querido amigo.
El que es un hipócrita no es el lector, sino el escritor que deja su manuscrito y a cambio espera palabras que refuercen el pensamiento de que esa es su mejor novela.
ResponderEliminarIsabel, creo que ya hay más escritores que lectores, pero muchos quedan con criterio, que leen en varios planos, que captan ironías, que no les gustan las lecturas complacientes. Hace unos años vi uno, era un mercadillo de rarezas y estaba junto a una lámpara de latón y una rueda de bicicleta.
ResponderEliminarSalud
Blanco, ¿no crees que ese mundo de los blogs esta dejando demasiados escritorios vacíos? Incluso a mí se me permite escribir.
ResponderEliminarMás allá de una corrección o de cualquier criterio, esta maravillosa red absorbe todo. Me recuerda a aquella televisión en la que en algún momento apareció Gran Hermano, OT, Salsa Rosa y poco a poco la mediocridad lo inunda todo.
Si esta red me escuchara me expulsaría del sistema.
Salud
Me diviertes y me haces pensar. Tu último comentario es ilustrativo. Pero en el fondo todo el mundo tiene derecho a expresarse. Un abrazo.
ResponderEliminarLlevas razón Ramón, la expresión debería de ser un derecho consustancial al hombre, aunque muchas veces se coarte de muchos modos distintos. La expresión y la creación artística creo que son exactamente la misma cosa y en este caso el texto habla de la creación artística. Aquí también existe el derecho de expresarse y el derecho complementario a negarse a disfrutar del acto artístico.
ResponderEliminarMira Ramón, estoy intentando escribir bien y no me sale nada. Tengo que seguir trabajando a este Perich, más borde que el Quisque.
Salud