A Perich
El Fumador ha vuelto de nuevo a Murcia. A la calle Junterones. Nada ha cambiado en todo el verano. La frutería, el estanco, la panadería. Todo sigue en su sitio. Al entrar al piso el polvo lo invade todo. Polvo de soledad, de atrapamiento. El polvo sobre los libros, sobre las estanterías. El polvo del verano pasado. Cuando todo está limpio el fumador decide colgar un cartel que compró este verano. Es un cartel de una película, La Dolce Vita de Fellini.
El fumador cuelga el cartel en la entrada del piso. Siempre que sale, cuando vuelve, lo primero que encuentra es ese cartel, el cartel inmóvil en el piso vacío y lanza una moneda al videt mientras pide un deseo. La Dolce vita, piensa el fumador y sonríe. El fumador ha aprendido que unas simples palabras pueden alegrar la vista cansada.
Ahora, todos los días, al entrar al piso lanza la moneda y todo se queda en calma. Escucha el sonido del cobre zambulléndose en el agua del videt. Quizás algún día el videt se convierta en la Fontana di Trevi y el fumador pueda probar los labios de Anita Ekberg, o quizás nunca ocurra nada y el videt se llene de monedas y el fumador pueda comprar un par de deseos. Pero de momento es sólo eso, un videt lleno de sueños.
Ahora, todos los días, al entrar al piso lanza la moneda y todo se queda en calma. Escucha el sonido del cobre zambulléndose en el agua del videt. Quizás algún día el videt se convierta en la Fontana di Trevi y el fumador pueda probar los labios de Anita Ekberg, o quizás nunca ocurra nada y el videt se llene de monedas y el fumador pueda comprar un par de deseos. Pero de momento es sólo eso, un videt lleno de sueños.