domingo, 15 de noviembre de 2009

Sonido de campanas o ¿qué es la realidad?


al Pobrecito Hablador del s. XXI,
que provocó esta reflexión y propietario de la campana



Las campanas tienen la clave. Tenían que ser ellas el fin de la pregunta, ya que habían sido el origen. He buscado las campanas que me han acompañado y las he recordado con atención. Hace tiempo que no escucho una campana. No puedo negar que las oiga y cada hora suenan en la torre de la iglesia, pero no las he escuchado hasta ahora. Me detengo en su vibración y me recuerdan a la infancia. Las campanas me suenan a infancia. Las campanas suenan a pantalón corto y a heridas en las rodillas. Las campanas han sonado en la memoria, en la infancia. Ya no hay más campanas.
Me detengo ante el recuerdo. Busco otras campanas, pero no las encuentro. Sólo perviven aquellas de la iglesia. Las que nunca me dejaron tocar. Las que tenían la cuerda muerta en el hueco de la escalera. Fue un desencuentro: saber que la cuerda había muerto, que había sido sustituida por un botón y un sonido grabado, fue un desencuentro. Dejé de escuchar las campanas con la fascinación de la niñez. Ya no hay más campanas en la infancia.
Un momento, aún podría rescatar de mis viajes otras dos. Permanecen por insospechadas, por insoportables. Cada una, a su modo, se ha quedado en la memoria. La de la iglesia de San Francesco en Bolonia es la insospechada. Una melodía clásica. Sonaba de fondo. Sobre las hojas amarillas del otoño. Mezclada con la lluvia y la alfombra dorada, frente al Hospital Sant’Orsola. Una melodía que se enredaba entre los radios de la bicicleta. Al parar en el semáforo de la Porta Santo Stefano encontramos la hora en punto. Eran las siete de una noche de noviembre, hace dos años, y sonó la melodía. Con el pie sobre la acera me despertó el sonido de los coches que aceleraban a mi lado. La otra campana. La insoportable. Es la de Oviedo. No sé desde dónde surge el “Asturias patria querida”, si acaso es éste el nombre. Soportable al inicio. Simpático, si soy sincero. Simpático, hasta que suena y resuena cada media hora, y la broma se vuelve pesada.
Me vuelvo a hacer la pregunta que originó esta reflexión: ¿Qué es la realidad? Es una mezcla de lo sensible y de lo emotivo. De lo que se capta por los sentidos y las emociones que provoca. ¿Habrá más campanas en mi historia? Puede que sí, pero no son reales. No son parte de mi emotividad. Al menos ahora no son reales. Se pierden en el mundo de los sentidos, saturados, que no trascienden a la emoción. ¿Qué es la realidad? No sé. Puede que sea un sonido de campanas.

6 comentarios:

  1. Me quito el sombrero ante tus campanadas. Muy buena reflexión. Yo también hace tiempo que no escuho las campanas, hace tiempo que me olvidé de los quioscos donde vendían peonzas y del olor a periódico. ¿por qué nos olvidamos de estas cosas? ¿quizás porque la propia vida nos aburre?
    Voy a ponerme a recordar.
    Un abrazo.
    El fumador.

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  2. Las campanas y la memoria, Culturajos, es una idea sugerente. Los mayores que viven ahora su vejez en grandes ciudades, y que un día vivieron en pueblos, se sentiran muy identificados. Gracias por la cita. ¡Salud!

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  3. Las campanas es el sonido ciudadano más bonito.
    Salu2

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  4. Hola a todos:
    Fumador, tengo dos campanas que suenan cerca de mi ventana y hace tiempo que no las escucho. A veces creo que el tiempo se va con su sonido. No hay campanas, no hay tiempo para escuchar. Creo que es posible obligarse a recordar. Seguro que aparecen imágenes maravillosas.

    Hablador. La memoria emotiva me parece una necesidad. Hay momentos en la que hacemos mucho, pero sin sentirlo. Hay momentos en los que podríamos hacer cualquier cosa sin recordarla. Los mayores, en las zonas rurales, son bibliotecas andantes o sedentes, en la puerta de la iglesia.

    Dyhego. A mí también me gusta su sonido, el metálico. Las grabaciones me parecen "casi" insultantes.

    Saludos a todos y muchas gracias de parte de Quisque

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  5. Estoy de acuerdo con lo de las companas de Oviedo.
    Pero todavía se escuchan las campanas:de misa, de romería,de procesión ,cuando doblan y todo los vecinos preguntamos¿Quién habrá muerto?
    Y sí se dejan de escuchar campanas:las que avisan de que se acaba el grano para moler en el molino en el que yo me crié, la que avisa de que llaman a la puerta, de que pasa el afilaor o el esquilaor...
    Hay que escuchar las campanas de lo contrario estaremos perdiendo la consciencia de que la vida está ocurriendo.

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  6. hola hirondelle, bienvenida al blog.
    Las campanas siguen sonando, ellas nunca paran. ¡Qué bien suenan cuando repican! Yo nunca supe cuál era cada uno de los toques. Cuando quise hacerlas sonar sólo esperaba de ellas su sonido, no su lenguaje. Preciosa forma de comunicación en una época en la que no existía el móvil, internet..., cuando no existía la postrealidad.

    Un abrazo y espero que sigamos en contacto.
    Quisque

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