martes, 21 de junio de 2011

EL BIBLIORFANATO: Pedro Zarraluki

Hacía mucho tiempo que no sentía la pérdida de tiempo mientras leía una novela. Siempre parece hay algo que aprender en ellas: historia, técnica, personajes, trama… Siempre algo al acecho para sorprender al lector; pero esta vez no he sido buen cazador, he esperado en la retaguardia durante más de cien páginas, casi la mitad del libro, y salvo algunas frases que quise apropiarme, nada.



Llegué a Zarraluki por un pálpito. Aquel apellido me atraía. Lo encontré en un rastro cerca de la Ciudad del Aprendiz. Parecía una premonición. Compré dos de sus libros: Un encargo difícil y Las fantásticas aventuras del barón Bóldan. Del segundo aun no sé nada. El primero es el motivo de estas palabras. Una historia de postguerra civil en Cabrera. Una isla pequeña, con personajes desterrados, un asesinato en ciernes, una ataque por mar sobre la isla que no llega, la memoria de personajes que rondan la isla. No está nada mal para crear una historia, pero las pinceladas no crean el cuadro. La historia no atrapa. El uso de los tiempos, de los narradores o el orden de la historia se encargan de obligarme a dejarlo. Ahí se quedó, en mitad del Mediterráneo, en mitad de la historia.



De las frases que me atrajeron:

- … la vida es estar incómodo en algún sitio.

- … lo peor de las guerras es que, para el común de la gente, un buen día terminan y no se nota la diferencia salvo por los estragos que dejan.

- El mundo sólo era feo a ratos.

- Las niñas empezaban a hacerse mujeres por los hombros.

Algunas otras frases permanecen marcadas a lápiz entre las páginas. Quizá estas palabras sean suficientes.

miércoles, 15 de junio de 2011

EL BIBLIORFANATO: Bukowski y Harrison

Hay domingos extraños, en los que amanece temprano y el rastro de Valencia aun tiene olor a cajas desembaladas y a polvo de almacén. A esas horas salí a la caza de libros huérfanos y por sorpresa me encontré con Harrison y Bukowski. No eran personajes para dejarlos tirados sobre el asfalto y los recuperé para mi bibliorfanato. Si Harrison era un madrugador, a Bukowski no podría pensar más que lo había encontrado en plena retirada nocturna.

El primer libro, Principios de Medicina Interna (16ª ed.) del profesor Harrison, estaba aún envuelto en su plástico primigenio y allí, abandonado a su suerte, lo encontré por el misérrimo precio de diez euros. Un regalo para los que estudian medicina. Sabía que no era su lugar y ahora me mira desde las estanterías.

El segundo libro, Hollywood de Bukowski, debía sentirse en su ambiente. Rodeado de libros viejos, objetos antiguos, personas desahuciadas y oliendo a encierro, sentí que lo sacaba de su entorno. El libro es una obra muy interesante. Una novela sobre el guionista de una película que busca medios para ser grabada, montada y estrenada en la ciudad del cine. Una visión ácida y crítica del mundo del séptimo arte que Bukowski deja en el lugar que, según él, le corresponde. Un conjunto de personajes caprichosos, cambiantes, en plena lucha y que son capaces de jugar con los sueños del escritor. Actores volubles, productores timadores, escritores indefensos ante las circunstancias y allegados de todo tipo tienen cabida entre sus páginas.


En algunos momentos la novela recuerda a la obra Burton Fink de Joel Cohen. En otros momentos nos lleva al tan manido tema de la literatura de los escritores, pero sabe salir de ella gracias a un guionista muy particular y que huye constantemente del entorno erudito y literario. El protagonista, alter ego de Bukowski, nos lleva a los bajos fondos de la ciudad y del cine. Una obra que ocupa un puesto importante en este bibliorfanato.