Hay días que nunca amanece y me quedo dentro de la cama mientras escucho caer la lluvia en las calles y me tapo hasta la cabeza con las sábanas o me masturbo pensando en Jessica Rabbits. Hay Días que anochece demasiado temprano y me tiro al sofá o a todo lo que se menea y me siento feliz o muy triste por perder el control como aquellas noches en las que las calles languidecen rebosantes de gente y de perros callejeros que rebuscan un trozo de carne en los contenedores. Hay días en los que estoy triste y salgo a la calle para comprar cosas que me hagan sonreír como algún libro en Diego Marín o alguna Película o una cajetilla de tabaco o una cerveza o una caja de condones de veinticuatro con sabor a melocotón con almíbar. Hay días que ella se marcha y yo me quedo mirando al techo y pensando que no me gusta que se vaya o momentos en los que abro el frigo y no me apetece nada y lo vuelvo a abrir y sigue sin apetecerme nada de lo que allí encuentro y entro al servicio y mientras orino pienso que me apetece una tarrina de helado pero es invierno y en invierno no se come helado. Hay días que no me funciona el deuvedé y no se que hacer con mi vida y vuelvo a salir a la calle y rebusco en mis bolsillos unas cuantas monedas para tomarme una cerveza y sólo encuentro una vieja fotografía de cuando erá pequeño y coleccionaba gamusinos de colores en las noches de Julio. Hay ocasiones en las que conduzco por la noche y siento mucho frío al ver las gasolineras abandonadas con aquellos grafitis cargados de viejos amores mientras Quique Gonzalez tararea la Backerliner en el radiocedé o un escalofrío intenso al verme sorprendido por las luces de algún puticlub y me imagino a todas aquellas putas apoyadas en la barra con aspecto casado mientras fuman ducados y beben gyntonic y miran al horizonte o a la bragueta del último tipo que acaba de entrar. Hay días que no soy yo mismo y días que si lo soy. Hay momentos en los que me pierdo y otros en los que me encuentro con un viejo amigo que me ayuda a encontrarme y nos tomamos unas cervezas en sucios vasos de cantina. Hay noches que leo a Dostoevsky y no entiendo nada o lo entiendo y disfruto como un enano o sufro por todas las miserias de las que está compuesto el mundo. Hay ocasiones en los que me pierdo en el estribillo de alguna canción y no se regresar o regreso y solo encuentro palabras empañadas por mis propias lágrimas y después me lanzo a escribir porque hay días que escribo y otros que no y días en los que no paro de leer o otros en los que no leo nada y solo paseo la vista por aquellos grandes párrafos en los que no me apetece adentrarme. Hay días que te beso, hay días que te largas, hay días y más días.
Ave maestro. Hoy es uno de esos días, de los grises claros, de los de final de tormenta, en los que es agradable escuchar tu voz con olor a tabaco y nostalgia.
ResponderEliminarUn saludo
Muchísimas gracias Anónimo. Es un placer tenerte por aquí y que disfrutes con estas humildes líneas. Tienes razón, hoy es un día en el que la tormenta cesa y todo permanece gris y húmedo, creo que voy a salir a pasear.
ResponderEliminarUn abrazo.
Totalmente identificada.
ResponderEliminarHe tenido que leerlo dos veces.La primera me gusta, la segunda lo comprendo.
Aunque afortunadamente para mi hoy no es uno de esos días, tengo demasiados.
Me han entrado ganas de escribir.
Un beso
(prometo pasarme más por aqui)
Muchas gracias Lorena me alegro de que te halla gustado a sí como de que te hallan entrado ganas de escribir. Hay días grises y días claros ¿Verdad? yo ya me he acostumbrado a estos cambiós, creo que también voy a ponerme a escribir.
ResponderEliminarUn placer tenerte por aquí y gracias por seguirnos, ahora mismo voy a pasarme por tu blog.
Un beso y hasta pronto.