A Ramón Eastriver
El fumador siempre se ha sentido atraído por las campanillas que hay en los ascensores. Recuerda que cuando era niño le gustaba pulsarlas con esa curiosidad por lo que sucederá después. Las apretaba durante un largo tiempo hasta que sentía los dedos de su madre pellizcarle en el cuello. Ahora su madre no está y siempre que baja en ascensor sufre la tentación de tocarla pero nunca lo hace. Al llegar al primer piso enciende un cigarro y sale a la calle. “Pollería Junterones” ese cartel enfrente de su casa. Al fumador le hace gracia ese cartel, tal vez por tratarse de una carnicería. Siempre que lo ve piensa en las terribles perversiones que se deben cocer tras sus paredes. Después de salir del estanco se sienta en el portal de casa y enciende un cigarro. Su vista se fija en la carnicería y ve como las clientas salen pálidas y se alejan por la calle andando como un Jhon Wayne macilento. El fumador comienza a reír, lo hace a carcajadas mientras la gente se le queda mirando. Cuando termina el cigarro entra en el edificio con los ojos llenos de lágrimas por la risa y al montar en el ascensor pulsa el botón de la campanilla durante varios segundos como si fuera un niño, como si de repente todo se hubiera vuelto gracioso.
Al regresar , ¿sentiste un pellizco en el cuello? Seguro que sí. Estupendo relato.
ResponderEliminarEn ese momento el Fumador solo sintió el placer de volver a ser un niño. Fue después, cuando la risa pasó y volvio de nuevo a la vida donde sintió el duro pellizco de la realidad.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras Thornton, eres muy amable. ¿Para cuando la próxima fiesta?
Humeantes saludos.
El fumador.
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ResponderEliminarParece un local de ambiente homo...
ResponderEliminar"Pollería Junterones" "pollas juntas"
¡Ya no vuelvo a pasar más por esa calle, hala!
No es un local homo, o sí... no lo sé, el fumador no lo sabe. Supongo que es de un homo Sapiens o de varios homo sapiens... el fumador no sabe muchas cosas por eso le gusta observar el mundo.
ResponderEliminarY te recomiendo que no abandones esa calle, está muy bien, con una fruteria haciendo esquina, con varias tascas, con estanco, con edificios tan altos tan altos que todos tienen ascensor y campanillas para jugar a ser niños, para reirse del mundo.
Un saludo.
El fumador.
Habrá echar un curriculum en esta carnicería...
ResponderEliminarSi tuviésemos más a menudo el punto de vista de los niños, creo que caminaríamos más ligeros por la vida. Como bien explicas, la niñez está libre de la nostalgia y de tristeza, pero su recuerdo nos pesa más que le hecho mismo de la muerte.
¡Salud!
Estoy contigo hablador, a veces se nos olvida que fuimos niños, olvidamos que hubo una época en la que nada importaba, en la que nos gustaba esperar a que llegara el verano mientras simplemente disfrutábamos del invierno. Y ahora, saber que nunca más lo seremos es algo que arrastraremos todos los días.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, para mi es un honor, de verdad.
Pd. No tires tus botas rojas, guárdalas bien porque forman parte de tu vida, porque eres tú. Me gusta mirar las huellas que dejaron sobre la arena al caminar.
Humeantes saludos.
El fumador.
AVISO: intentando quitar del listado de seguidores uno con forma de, digamos, vagina desplegada, tras el que se ofertaba una página porno, he cometido la torpeza de cargarme a otros seguidores que quisiera seguir viendo allí.
ResponderEliminarEn fin, que si se ven, o no se ven, vuelvan a ponerse allí. O a no ponerse. Gracias.
Fumar mata. Pero tranquilo: escribir salva.
ResponderEliminarEs una auténtica delicia este relato y seguro que Ramón cuando lo lea se emociona. Ya sabéis que le gustó lo de Junterones, con lo de Misstrapitos.
ResponderEliminarCelebro que el fumador se riera como un demente en medio de las prisas navideñas. Celebro que tocara la campanilla y montara el cisco. Porque es verdad, amigos, de repente todo se ha vuelto muy gracioso.
¡Qué frases os están saliendo1 Porque la del club, esa que os salió a vosotros solicos y de carrerilla, todavía me lleva alucinada.
Gracias por darme fuerzas para afrontar cada día. La risa es lo más difícil de arrancar y el medicamento que más cura.
Blanco, el fumador busca el equilibrio. Siempre ha sido un buen fumador pero un mal escritor, anda más por el lado de la muerte que de los vivos. Tal vez algún día llegue al equilibrio o pase al lado de los vivos.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Humeantes saludos.
Bueno, me divirtió tanto lo de la Pollería Junterones (tú lo sabes) que no pude evitar convertirla, casi, en un lugar mítico. Primero pensé que era un invento. Cuando supe que no todo adquirió mayor entidad. Copia la dirección quilométrica de abajo y junteronéemonos un rato. Un abrazo enooooorme.
ResponderEliminarhttp://maps.google.es/maps?hl=es&ie=UTF8&ll=37.990798,-1.131857&spn=0,359.997599&z=19&layer=c&cbll=37.990878,-1.131824&panoid=Q3WRVDJUwqTgQQNsGPRCQQ&cbp=12,290.03,,0,8.22
Hola Isabel, me agrada que te halla gustado el relato y sobre todo que te halla hecho sonreír. Es verdad, la risa cura, es algo probado y la literatura también. El fumador ha sido salvado varias veces por la risa y otras tantas por la literatura. Quizás por eso de vez en cuando le guste convertirse en niño.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras y por leernos.
Saludos fuertes.
Hombre Ramón...¡que alegría me he llevado al entrar en el enlace que me has enviado! Parece que la foto la hallas sacado desde la ventana del Fumador ¿Acaso has entrado en su casa? jaja. Que bueno... ahora ya estamos Junteroneados. Gracias por el enlace, ahora el fumador podrá seguir sonriendo desde casa.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
No me vayas a malinterpretar.
ResponderEliminarYa pasaré por Junterones y llamaré a todos los timbres preguntando por Quisque
No te preocupes Dyhego. Y si pasas por Junterones llama a nuestro timbre, Quisque y el Fumador solemos estar en casa o si no en Don Jamón tomándonos unas cervezas. Si nos pillas en el bar te invitamos a una.
ResponderEliminarSaludos.
una cerveza, una cerveza
ResponderEliminaryo no sé qué te diera
por una cerveza.
Joder, que te tomo la palabra.
Es el primer relato que leo -acabo de aterrizar- pero seguro que me lanzo ahora a por el segundo, la noche es joven.
ResponderEliminarHola campanilla y bienvenida. Ahora que vuelvo a releer el texto me lo encuentro lleno de polvillo de hada, ¿No serás de nunca jamás?
ResponderEliminarEspero que los disfrutes.
Saludos.
El Fumador