Dicen que en Galicia se puede comer buen marisco y siempre acompañado de un sabroso Ribeiro bien frío. También dicen que en Galicia siempre llueve y que sus calles son grises y tristes, pero también comentan que no te creas lo que dicen y que siempre has de averiguar el porqué de las cosas. Yo así lo hice, no a propósito, si no por casualidad y ocurrió hace cosa de un mes cuando pasé una semana en Galicia. Sucedió que en el casco viejo de ACoruña uno se ve acribillado por las ofertas de marisco que tan apeteciblemente burbujean en tristes peceras de aguas semiturbias y claro si vas a Galicia ya se sabe… una buena mariscada te tienes que comer si no ¿para qué hemos subido? El caso es que nos sentamos en una de aquellas terrazas cuyas mesas siempre cojean al no estar bien calzadas sobre los empedraos del casco viejo y un camarero demasiado agradable nos ofreció una oferta especial de treinta y cinco euros la mariscada para dos personas. Nosotros éramos seis y decidimos que con dos de aquellas mariscadas tal vez quedaríamos satisfechos y así lo hicimos. Cuando vimos sobre la mesa aquellas dos bandejas repletas de percebes, gambas, navajas, mejillones, nécoras, cangrejos y demás se nos hizo la boca agua. Entonces el camarero nos sirvió dos botellas de Ribeiro bien frío que en pocos segundos quedaron vacías. No sabría decir si fue la sed o tal vez simplemente porque nos apetecía pero aquel vino blanco semiespumoso no me desagradó demasiado al principio, es como si hubiera sido creado con la única finalidad de provocar sonrisas a los comensales pero a pesar de aquello me encontré ante un vino vacío, sin argumento, un líquido ámbar dispuesto a hacerte feliz durante un segundo. El marisco también me decepciono y lo hizo por el simple hecho de la carencia de sabor y por lo poco que te llenaba aquello. Todos llegamos a esa conclusión y creímos que tal vez nuestros paladares no estaban a la altura de aquellos manjares, que la miel no estaba hecha para la boca del asno. También pensamos que donde esté un buen chuletón acompañado por un tintorro de la tierra que se quitara aquellos mariscos y vinos sin fundamento y todos añoramos con gran pasión nuestra tierra, nuestro Bullas. Después de aquella cena nos paseamos por un mercadillo medieval y empecé a pensar en las grandes mentiras de nuestra historia y me pregunté que quién sería ese tipo que se dedica a recorrer comunidades y catalogar como único e inigualable algún producto para que los turistas que visitemos dicha comunidad nos sintamos engañados. Quizás si aquel tipo no hubiera nacido nosotros hubiéramos sido más felices en Galicia y todos nos hubiéramos dado cuenta de que el clima de ese lugar es una obra de arte ya que cuando dice de salir el sol todo el mundo mira al cielo y sonríe y se queda admirando aquellos destellos furtivos entre las cenizas que envuelven a la ciudad y yo pienso que quizás el sol debería ser declarado denominación de origen de Galicia y que tal vez los turistas que vengan a Bullas atraídos por el sabor de sus vinos se lleven la misma desilusión y se fijen en algún detalle de nuestro pueblo que no aparece en las guías turísticas y entonces si seamos un lugar único para ellos. Aquella noche de la mariscada empezó a llover y nos arropamos en el interior de una cafetería y allí mientras la lluvia caía por los cristales y el mar rugía raudo en los acantilados mis amigos empezaron a hablar de fútbol y yo me escapé, huí de aquella conversación para adentrarme en mis pensamientos donde me imaginé que era un detective destrozado por el alcohol, por el vino de Galicia y tenía que resolver el asesinato de la chica de ojos tristes que había aparecido muerta bajo la estatua de María Pita. A la mañana siguiente amaneció nublado y mientras descansábamos en un banco carcomido por las palomas vi un rayo de sol refractarse sobre un vidrio azul que había sobre el césped mojado y en ese segundo me sentí tremendamente feliz y con ganas de volver a mi pueblo.
A veces, cuando decido viajar lo hago sin consultar ningua guía turística para sorprenderme por mi misma. Me he sentido identificada con tu relato.
ResponderEliminarSigue así, enorabuena.
Muchas gracias por tu comentario. Hay que dejarse llevar por la magia de cada sitio y descubrir por nosotros mismos la esencia de cada lugar. Me alegro de que tu también viajes así y que lo disfrutes.
ResponderEliminarUn saludo.
Bueno, engañadores hay en todos los sitios y turistas engañados también.
ResponderEliminarPosiblemente el establecimiento en el que os atormentasteis con la mariscada no fuese el más idóneo, posiblemente el marisco que tomasteis no fuese gallego y posiblemente el ribeiro fuese peleón y cabezón.
La próxima vez, si lo deseáis, os ayudo a buscar el lugar y con total seguridad saborearéis auténtico marisco de las rías y un buen albariño que realce ese sabor.
Salud.
Hay que ser ingenuo, de Bullas o de donde quieras, para pensar que en Galicia son tontos. Acaso creías que se puede tomar una mariscada para 2 personas, con todo lo que has comentado que lleva, por sólo 35€? Tío, eso por menos de 100 no lo encuentras en ningún lado. Acaso el buen chuletón de tu tierra cuesta 10 €?
ResponderEliminarPor cierto, el vino para el marisco el Albariño, no el Ribeiro y el mejor marisco es de las Rias Bajas.
Un saludo