Quisque ha regresado de sus vacaciones de hora y media. A través de televisor había llegado a Roma sin pagar billete de ida y había obtenido un guía para poder descubrir la ciudad. Le pareció interesante el destino y fue al baño para no interrumpir la visita. Mientras orinaba no sabía si lo hacía en Roma o en su casa y es que encontró muy poca diferencia. A la vuelta del baño, el guía estaba situado frente al Coliseo Romano: “Ante usted se encuentra el Anfiteatro Flavio, más conocido desde el Medievo como Colisseum. Pensará usted que su nombre es un canto a sus enormes proporciones y, aunque no lo crea, no es así. El emperador Nerón erigió una estatua de más de treinta metros junto al anfiteatro, una majestuosa representación de su persona que llamó el Coloso de Nerón y que después, ya remodelada, fue dedicada a Helios. Cuando en la Edad Media decidieron fundir el bronce del Coloso, el Anfiteatro pasó a conocerse con el nombre actual: Colisseum”
Quisque escuchó un clic y, de pronto, se vio paseando por las profundidades del mar. Se habrían solapado dos documentales. Aguantó la respiración mientras se solucionaba el problema pero no, la aparición de Bob Esponja a su lado fue la comprobación de que algún sobrino habría cambiado de canal. Cuando ya no pudo soportar más tiempo sin respirar y había pasado por el color rojo, blanco y morado, miró el reloj y decidió interrumpir su ruta turística. Aun le quedaban veinte minutos para superar la depresión postvacacional.
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