A Quisque le plantean la siguiente situación:
“Dejemos las cosas claras. Antes de casarnos hay que firmar una serie de acuerdos: si tenemos un hijo, éste se vendrá con mi familia y será heredero de sus bienes; si muero antes de que el niño sea mayor de edad, lo educarán en mi país, con sus normas y costumbres; si te mueres, como padre legítimo, tendrás que pasar una pensión para el mantenimiento del niño; no podrás pedir ayuda a mi familia ni en temas económicos ni de cualquier otro favor; evitarás enemistarte con los amigos de mi familia; y si muero antes que tú, deberás renunciar a toda herencia sobre mis bienes.”
Quisque piensa que a cualquiera que se le impusiesen estas normas se plantearía seriamente el matrimonio. Pero Juan Antonio le confirma que sí, que hay quien se casó de este modo, y que fue así como Felipe II, rey de España, accedió a ser el único Consorte Real con título de Rey al casarse con María I de Inglaterra. Aceptó esas condiciones de matrimonio, amén de otras muchas, y fue rey de Inglaterra durante cuatro años, hasta que la reina murió en 1658 sin descendencia y Felipe II perdió su derecho a la corona inglesa.
En conclusión, que en algún momento hubo un rey de España e Inglaterra, y que en el siglo XVII dejaban las cosas atadas y bien atadas. Quisque se queda con la duda: ¿Quién se casaría ahora teniendo que aceptar esas condiciones? Y, es más, ya que se casa y es rey de Inglaterra, ¿no voy a presumir de haber llevado esa corona? Si la prensa rosa hiciese libros de texto esta información no se les habría pasado.
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