lunes, 11 de abril de 2011

Recuerdo a la infancia, canto a la vejez...


A veces tiene el amanecer como un brillo extraño, no sé, como si resurgiera de entre el cielo de cenizas un sol joven, un sol de infancia que te lleva de nuevo a los pupitres de las aulas, a los cielos azules. Y te recuerdas joven y vigoroso contemplando un mundo extraño que no llegabas a comprender. Y sonreías al salir de clase, caminando por esas calles donde hacíamos la vida, retrasando el momento exacto de volver de nuevo a casa, porque allí, en la calle, es donde estaba la vida. Y conociste el amor, el primer amor que con los años se fue convirtiendo en una mansa nostalgia, y conociste la amistad, esa que a veces desaparece, o sigue intacta hasta hoy. Perder a un amigo, sentir ese clavo ardiendo en el alma, el peso de esa ausencia que nunca te abandona, que te va consumiendo por dentro como una hoguera en la noche. A veces tiene el amanecer como un brillo extraño que te hace contemplarte en el espejo para ver el hombre en que te has convertido y te sorprendes descubriendo a un extraño, porque a veces la vida, el destino, nos hace alejarnos de ese camino que teníamos idealizado como armónico y perfecto. Y el mundo te sigue pareciendo un lugar extraño, un sitio poblado de recuerdos, de bares cerrados y calles donde quedaron impresos nuestros pasos. Y miras al frente y te imaginas con las manos arrugadas, con el rostro ajado por los años, quizás solitario, o quizás no. Un cuerpo que sigue recorriendo las mismas calles, que tiene los mismos recuerdos, pero nada es lo mismo, porque nunca lo es, porque todo cambia y el mundo te sigue pareciendo un lugar extraño hasta que un día, ante el amanecer quizás, sientes que el corazón se detiene, que un ultimo aliento lucha por escapar de ti, y allí quedamos, una masa de carne inerte, que tuvo una vida llena de recuerdos, a veces felices, a veces no, pero que siempre se enfrentó a los días con la predisposición de ganar y que fue ganando hasta que la vida, con su embate incesante, nos priva de su presencia y ya sólo nos queda cerrar los ojos y esperar que el viento no borre nuestras huellas...........

4 comentarios:

  1. Me llega dentro, que el mundo es extraño por más que se intente entenderlo, que la muerte es astuta y siempre se hace notar para mecernos en un sinsentido que no nos conviene.
    "La vida, el permiso para conocer a la muerte", decía Djuna Barnes.
    Menos mal que, en ocasiones, tenemos la gran virtud de entretenernos y nos olvidamos de ser graves.
    Un abrazo.
    Ah, me encantó la lectura.

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  2. Amigo Fumador, aprendí hace algún tiempo que el gran misterio de la vida es que, a pesar de ser terrible y acabar mal, puede vivirse con alegría.
    Yo, al menos, doy fe de ello.

    Un abrazo.

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  3. "caminando por esas calles donde hacíamos la vida", qué gran frase, y qué entrañable escrito de recuerdos...
    Además, me siento identificado en tu reflexión -aunque no sea anciano-, pero sí me he imaginado cómo será ese paseo que algún día -si Dios quiere- podremos dar para volver a nuestros recuerdos, y reír, llorar y, por qué no, brindar de nuevo.
    Enhorabuena.

    Mil saludos con palmetazos ya sabes donde.
    S.G.S

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