Hace unos días leí un artículo de Roland Barthes en su libro Mitologías que me pareció bastante interesante. En él, Barthes analiza los distintos signos de impacto en la fotografía artística. Empieza Barthes emulando un artículo de Geneviève Serreau de su libro sombre Brecht en el que hace mención a una fotografía de la revista Match donde se aprecia una ejecución de guatemaltecos comunistas. Dicha fotografía no es terrible en sí, sino que nos horroriza, según Serreau, por el hecho de que la apreciamos desde nuestro seno de libertad. Sigue Barthes narrando su experiencia tras visitar una exposición de foto-impactos en la galería d´Orsay y tras la cual llegó a la conclusión de que ninguna de las fotografías llegaron a impactarle. Una de esas fotografías consistía en una columna de condenados o de prisioneros en el momento en que se cruzan con un rebaño de carneros. El motivo del escaso impacto producido por la fotografía lo atribuye Barthes a que el fotógrafo nos ha sustituido de forma bastante generosa en la conformación de su tema ya que sobreconstruyó el horror que nos propone añadiendo al hecho, por contrastes o aproximaciones, el lenguaje intencional del horror. Frente a estas fotografías nos encontramos como desposeídos de nuestro juicio. Alguien ya se ha estremecido por nosotros, alguien ha juzgado por nosotros, en este caso el fotógrafo, y lo único que consigue es que apreciemos la fotografía con un interés meramente técnico o intelectual, pero nos es imposible inventar nuestra propia recepción a ese alimento sintético, ya totalmente asimilado por su creador.
De todo esto podemos deducir que cualquier foto-impacto es falsa porque han elegido un momento intermedio entre el hecho literal y el hecho aumentado. Sólo pretendían hacer signos, sin consentir en otorgar a esos signos, por lo menos, la ambigüedad, la lentitud de lo denso.
Por otro lado podemos encontrar alguna fotografía, genralmente las de agencia, donde el hecho captado se nos presenta en su natural estado, en toda su literariedad, y es allí donde el impacto es mayor ya que nadie ha intervenido por nosotros a la hora de captar ese horror y es lo natural de esa imagen lo que te obliga a una interrogación violenta. Se trataría de la catarsis crítica pregonada por Brecht y ya no de una purga emotiva. Barthes finaliza el artículo indicando que la fotografía literal introduce al escándalo del horror, no al horror mismo.
De todo esto podemos deducir que cualquier foto-impacto es falsa porque han elegido un momento intermedio entre el hecho literal y el hecho aumentado. Sólo pretendían hacer signos, sin consentir en otorgar a esos signos, por lo menos, la ambigüedad, la lentitud de lo denso.
Por otro lado podemos encontrar alguna fotografía, genralmente las de agencia, donde el hecho captado se nos presenta en su natural estado, en toda su literariedad, y es allí donde el impacto es mayor ya que nadie ha intervenido por nosotros a la hora de captar ese horror y es lo natural de esa imagen lo que te obliga a una interrogación violenta. Se trataría de la catarsis crítica pregonada por Brecht y ya no de una purga emotiva. Barthes finaliza el artículo indicando que la fotografía literal introduce al escándalo del horror, no al horror mismo.
Si es que manipulan en exceso con las fotos. El otro día me metí en el Picasa y ojo todo lo que se puede hacer. Lo mismo hasta borra las arrugas. Investigaré, pero sin convicción.
ResponderEliminarEn fin..., que Roland, el Barthes, es un tipo aburridote y ando más bien superficial, fijándome en el nuevo look del blog y, sobre todo, en el anuncio de esos 200 gramos de los que me alegro.
Elegante quedó la casa. Al principio, pensé que me había confundido.
Besos a ambos, a razón de 100 gramos a cada uno.
Desde que nacemos ya manipulan para que veamos la luz. Yo además de andar superficial ando también desposeído de juicio. Ya me contaras y ya nos haremos con ese libro de buena conserva casera.
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio.