Está anocheciendo cuando salgo a la calle. Será mejor que llame a María para contarle todo lo ocurrido este día, pero un momento… Don Fulgencio Colmenero no me ha devuelto el móvil. Mañana se lo pediré ahora estoy muy cansado y sólo me apetece dormir.
Cuando llego a casa no ceno, me introduzco directamente en la cama y quedo dormido al instante.
A la mañana siguiente el despertador no suena y tengo que levantarme de un salto, llego tarde mi segundo día de trabajo. Voy todo lo rápido que puedo pero cuando llego al instituto ya son las ocho y cuarto. Lo primero que me encuentro es a Don Fulgencio Colmenero esperándome en la entrada con las manos dentro de la gabardina y su mirada severa.
- Llega quince minutos tarde. ¿Qué se ha creído que es esto? Venga pase y no se preocupe que esto se lo descuento del suelo maldito vago. ¿Ha traído su bolígrafo rojo? -Con las prisas lo he olvidado por completo. Empecé a ponerme nervioso-.
- No. Lo siento Don Fulgencio, lo he dejado olvidado en casa.
- ¿Cómo que lo ha dejado olvidado? Esto es inadmisible, debería despedirlo ahora mismo por esto. ¿es que no comprende lo importante que es? Ya está usted volviendo a casa a por él y tenga en cuenta que todo el tiempo que se retrase se le descontará de su sueldo. ¡Usted mismo!
Esto es increíble, castigado por mi propio jefe por no traer el maldito bolígrafo rojo. Don Fulgencio Colmenero aparte de ser un hombre senil y malhumorado, cree que todavía vive en los años en los que daba clase y podía tratar a todo el mundo como si fueran sus alumnos.
- Está bien Don Fulgencio. Iré a casa ahora mismo pero... ¿Me devuelve mi móvil?
- ¿Cómo dice?
- Mi teléfono móvil, usted me lo requisó ayer y todavía no me lo ha devuelto, podría llamar a mi chica para que me acercara el bolígrafo.
- De eso nada, irá usted mismo, no hay más que hablar. Y no sé que me habla del móvil, yo no tengo nada suyo...
Salgo de allí dando un portazo. Me tienta la idea de irme y no volver jamás pero no puedo, necesito el dinero y de momento no tengo nada mejor, tengo que aguantar como sea.
Las librerías están cerradas a esa hora por lo que tengo que ir a casa y rebuscar en los cajones hasta que encuentro uno debajo de unos almanaques viejos. Todavía le queda algo de tinta.
Cuando vuelvo al instituto Don Fulgencio me espera en el mismo lugar, cómo si no se hubiera movido desde que me marché.
- Hoy ha perdido usted una hora de trabajo, ya sabe lo que eso significa. Enséñeme el bolígrafo.-Le muestro un bolígrafo bic con la capucha roja- Es perfecto, simplemente perfecto, ahora ya está usted preparado.
- ¿Preparado para qué?
- No hay tiempo para explicaciones, ha de volver al trabajo de inmediato. Le acompañaré a su despacho.
- No se moleste Don Fulgencio, creo que sabré llegar yo solo.
- De eso ni hablar, nadie camina solo sin mi consentimiento por los pasillos.
La verdad es que esperaba ese tipo de contestación por lo que asentí y caminé tras él.
Volvemos a subir a la planta de arriba y a atravesar aquel largo pasillo donde están las aulas. Están vacías. Quise preguntarle a Don Fulgencio el motivo de aquella ausencia pero no me apetecía recibir otra contestación de las suyas, así que callé y seguí caminando.
Hemos llegado a la puerta de mi despacho y Don Fulgencio saca de nuevo las llaves de su bolsillo emitiendo aquel sonido estridente. Mientras abre la puerta miro por la apertura de su gabardina y siento un escalofrío al ver asomar de los bolsillos un puñado de capuchas rojas. ¿Qué diablos era eso, me hace ir a casa a por un bolígrafo rojo cuando tiene la gabardina repleta de ellos? Pero la puerta se ha abierto y Don Fulgencio me empuja dentro de la habitación donde está el escritorio iluminado por el flexo y la oscuridad total.
Sobre la mesa vuelve a haber otra montaña de papeles que se perdía en la penumbra. Don Fulgencio entra conmigo.
- Sobre la mesa tiene todo el trabajo. Quiero que siga revisando cuentas y comprobando que todo está en orden.
- De acuerdo Don Fulgencio. ¿podría dejar esta vez la puerta abierta? Lo digo para que se renueve el aire de vez en cuando.
- Creo que eso no será necesario.
- Pero Don Fulgencio...
Antes de terminar la frase la puerta se está cerrando de nuevo y la llave girando sobre el cerrojo.
Me siento en la silla y espero a que mis pupilas se acostumbren a la oscuridad de aquel lugar. Como me den ganas de mear me lo pienso hacer fuera del jarrillo, apuntando a aquella oscuridad sin importarme si lo hago sobre una valiosa alfombra o algún mueble rescatado de la historia.
Comienzo el trabajo. Está vez tengo delante viejos presupuestos y ayudas gubernamentales. Sigo el mismo procedimiento de ayer, primero subrayo los errores y después lo paso todo a limpio. Es tarea fácil.
Cuando ya he realizado la mitad del trabajo escuchó un ruido en la puerta. ¿Será ella? La verdad es que no consigo quitarme su imagen de mi cabeza, su forma de tocarme, su aliento, su olor a marihuana y perfume de fresa. Pero ella no aparece. Seguramente aquel sonido lo ha debido de producir alguna rata royendo la madera del pasillo. Sigo con el trabajo mientras pienso esperanzado en que ella decida volver. Pero no apareció en toda la mañana.
Al medio día la puerta se abre y Don Fulgencio Colmenero deja caer sobre la mesa un plato de lentejas. Se marcha sin decir nada, levitando con sus diminutos pies por la oscuridad de la habitación. Al principio me niego a probar cualquier cosa que haya sido servida por Don Fulgencio, pero el hambre hace que me lleve a la boca una cucharada de aquella comida y la verdad es que es bastante buena.
¡¡Caramba con D.Fulgencio!!.
ResponderEliminarObsesivo de bolígrafos rojos, pero negro en su trato.
No he traído bolígrafo rojo, ¿me caerá la bronca?
Un beso
Otra vez encarcelado el pobre contable en el tugurio. ¡Qué suplicio! Fumador, sácalo de ahí para siempre, que se deje el trabajo, que se meé en Don Fulgencio y que salga a la calle dando brincos de alegría por la libertad recuperada.
ResponderEliminarPor cierto, ¿y el jamón? Tampoco lo veo por aquí. Cosas...
Estaba pensando que, quizá, es bueno que Avelino continúe bajo la tutela dictatorial de Don Fulgencio Colmenero, aunque sea con el sueldo diezmado. Por eso del iter narrativo. A saber, lo mismo te sale una fábula. Pero que no se convierta en un Caín por un plato de lentejas.
ResponderEliminarDuna, no te preocupes, aquí no hace falta bolígrafo. Don Fulgencio no te va a echar la bronca...eso sí, si tienes un poco de anís para el café no estaría mal...jeje
ResponderEliminarGracias por tus palabras, un abrazo.
El Fumador.
Isabel, las lentejas son como el símbolo de la estabilidad. El cotable tiene que soportar un trato inhumano, casi degradante para poder trabajar pero sin embargo tiene comida y un sueldo lo que le da seguridad y confianza para seguir soportando esas condiciones. No te preocupes, no se convertirá en un caín, quizás en un hombre cavernoso al estilo de platón pero no en caín.
¿El jamón? no se porque pero yo tampoco lo encuentro por ningún sitio...jeje.
Un gran abrazo.
El Fumador.
Por un plato de lentejas, alguien vendió su primogenitura: el hambre no es buena. Y aunque nos olvidemos a menudo el no tener que comer no justifica cualquier trabajo...
ResponderEliminarMariajesus, ójala Lázaro de Tormes hubiera pensado así. Se habría ahorrado muchos disgustos...a veces la desesperación nos obliga a tomar ciertas determinaciones. Aunque estoy contigo, nada justifica nada. Debemos conservar en honor y la prudencia siempre pase lo que pase.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya te dije que este contable es un muerto vertical. Siempre se está quejando, deja escapar a la nieta con el sexo intacto y para colmo se come un plato precisamente de lentejas. Dile que espabile, hombre. Que deje de pensar "preferiría no hacerlo" y que lo diga de una vez. Pena de hombre.
ResponderEliminarThornton, yo diria que es uno de esos tipos que está muerto por obligación, porque no tiene nada que hacer en la vida y decide dejarse caer en la muerte. Pero vamos a darle una oportunidad a lo mejor el chico se espabila...
ResponderEliminarGracias por tus palabras, un abrazo.
el fumador.
Y mi pregunta terrible es: ¿Cuándo ocurre esto? ¿No será en un futuro próximo en una sociedad que nos afecta a todos? ¿Terminaremos todos laboralmente así? Es posible, por eso da tanto miedo.
ResponderEliminarEspero que no Ramón, que podamos evitar semejante atrocidad...de lo contrario ¿En qué clase de mundo viviriamos? de todas formas puede ocurrir como cualquier otra cosa...Rezaré porque no sea así.
ResponderEliminarUn abrazo.