viernes, 4 de marzo de 2011

La sed mortal

A veces mi madre llora por las tardes. Es algo que nunca me ha contado pero que yo sé, porque algunas cosas se saben sin más. Lo hace por las tardes, apoyada en el poyo de la cocina, mientras mira la ventana repleta de geranios rojos y el sol de la tarde que termina de filtrarse por los cristales. Y yo creo que es normal que llore, porque a veces mi padre tarda demasiado tiempo en llamar cuando está de viaje por Europa, como él dice, al volante de un camión repleto de frutas. Y yo me imagino esa Europa como un país lejano de asfalto y nieve y comprendo que mi madre llore por las tardes. Es quizás por eso que a veces me gusta largarme de casa y pasar el tiempo en los bares, por unos bares oscuros donde ponen la música que tanto me gusta y la cerveza no es muy cara. A veces también salgo solo, porque mis amigos se van echando novias, porque a veces la vida es un lugar extraño y todo cambia, como lo hacen mis amigos, pero yo me siento siempre igual, quizás porque nunca he tenido novia, o porque ahora mismo son las cuatro de la mañana y todo me es indiferente, incluso yo mismo, y miro a mi alrededor y veo que ya sólo quedamos lo peor de cada casa. Al alzar la mirada me encuentro en el otro extremo de la barra a Paquita que me sonríe y se acerca a mi lado para invitarme a un cigarrillo y yo me quedo mirando sus ojeras de perdida y esas manos secas y tristes con las que aparta la bruma de su rostro. Entonces el dueño del bar, que arrastra cajas de quintos vacíos, nos lanza una mirada y Paquita y yo nos vamos, y nos tambaleamos por las calles como si fuéramos trapecistas de un circo inútil hasta que en algún portal me abraza y yo busco entre las miserias de su falda aquella chispa de luz que a veces le falta a la vida, pero nunca encuentro nada, porque Paquita está vacía, porque yo estoy vacío, y no pasa nada, y nos quedamos dormidos hasta que unas horas después me despierto con el sol del alba golpeando en mi cara y vuelvo a casa arrastrando los pies. Y ya no existe el día, porque lo paso entero en coma y cuando despierto allí está mi madre apoyada en el poyo de la cocina, con los ojos vidriosos. Y al verme entrar me sonríe, como siempre hace, como si la sonrisa reflejara un bien estar continuo que a mi me parece frágil, una mueca oscura como la noche que ya ha llegado y el teléfono sigue sin sonar. Entonces mi madre se pone a preparar la cena mientras yo pongo la mesa y cenamos en silencio porque hace tiempo que no tenemos nada que decirnos, mientras de fondo se escucha el rumor del telediario y del frigorífico. Después vuelvo a la cama y cuando estoy apunto de dormirme suena el teléfono y escucho en el dormitorio de mi madre el crujir de los muelles al levantarse, el murmullo de su voz y después, de nuevo el silencio.

8 comentarios:

  1. Compañeros de viaje. Parece que todos viajamos con él, a lugares que no existen porque nunca les hemos puesto nombre, porque nunca hemos montado en ese camión ni hemos tocado la armónica.

    Europa, ese país de asfalto y nieve, yo también iría a verlo; pero está tan lejos, que los libros nunca llegan a mostrármelo.

    Salud
    Perich

    ResponderEliminar
  2. Uf, qué hermosura de relato, Fumador.
    Tu prosa es honda, rica y evoca muchísimo, como debe ser en los relatos.
    Me ha gustado, ea, mucho, mucho.

    Estais en estado de gracia, amigos. Lo sé y me alegro. Y que os conste que cuando salga de los particulares laberintos por los que transito ya agotada, me debéis una dedicatoria de casi el cuarto de kilo de literatura. Por supuesto, con cerveza por medio.

    Un besazo para ambos dos.

    ResponderEliminar
  3. Qué melodía tan bella tiene el relato, con ese estilo propio de un grandísimo fumador.
    ¡Me ha encantado!
    ¡Nos vemos, un abrazo!

    S.G.S

    ResponderEliminar
  4. Ahora lo se, eres mi Bohumil Hrabal favorito.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Perich, a veces la literatura no nos deja viajar demasiado lejos, pero otras te lleva de la mano a tales lejanías que a veces incluso te da pereza volver.

    Un abrazo circular.
    Fumador

    ResponderEliminar
  6. Hola Isabel, que alegría verte por estas lindes virtuales, agradezco mucho tus palabras y siento si te tengo algo abandonada, a ver si tienes un hueco y nos deleitamos con unas buenas cervezas y algo de conversación literaria y de la vida en general. Espero que todo vaya muy bien.

    Te mando un fuerte abrazo y muchos ánimos.
    Fumador

    ResponderEliminar
  7. Gracias Señor del gris sombrero, tu comentario si que es una melodia que traspasa los huesos y sale por las orejas. Muchas gracias por tus palabras y seguimos leyéndonos y paseando por esta Murcia absurda.

    Un abrazo.
    Fumador.

    ResponderEliminar
  8. Jesús no he leido todavía nada de Bohumil Hrabal, pero si tu lo dices lo haré en breve. Tus nanas son preciosas, este miércoles te lo digo a la cara, jeje.

    Un abrazo.
    Fumador

    ResponderEliminar