lunes, 23 de mayo de 2011

Robando poesías ayer madre me perdí

Todo comenzó con este poema que robé en el blog lasgafasdemicke.blogspot.com:

Cuando los tranvías te visiten de noche
dirás que todo fue mentira, mientras bebes
esa luz que muere en la mirada.
Y recordarás los viejos libros

donde guardabas rojas amapolas
entre sus páginas de primavera,
y no quedará nada,
sólo un polvo violeta

manchando de melancolía sus páginas.
Porque el tiempo,
no conoce más pausa que la muerte.


Y acabó con éste:

Cuando los tranvías te visiten
dirás que todo fue mentira,

mientras bebes esa luz

que muere en la mirada.
Y recordarás los libros
donde guardabas amapolas
entre páginas de primavera,
y no quedará nada,
sólo un polvo violeta
manchado de melancolía.
Porque el tiempo,
no conoce más pausa que la muerte.

jueves, 12 de mayo de 2011

Huyendo con Corto Maltés

Aún tengo el temblor en las piernas, desde el dos mil cinco, cuando mi casa comenzó a moverse y vi que estaba en un lugar demasiado pequeño. Ayer, cuando supe que todo volvía tambalearse por mi tierra, cuando comprobé en la televisión (a pesar de los periodistas morbosos) que algunos edificios se venían abajo en Lorca, sentí la necesidad de buscar un espacio inmenso. Busqué en mi bibliorfanato personal. Saqué los cómics de Corto Maltés y viajé. De isla en isla, buscando puertos, encontrando pueblos aislados por Sudamérica y la Polinesia. Navegué con Boca Dorada, el Monje, con Rasputín y, aunque nada podía hacer por combatir contra la naturaleza, al menos encontré un lugar más amplio que mi patio estrecho o mis calles retorcidas de casco viejo.


Después encontré algún comentario en las redes sociales. Eugenio escribía en su perfil: “curarse en la literatura…” Creo que, de algún modo, todos estamos conectados, más allá del FB.


Desde aquí, un abrazo a los lorquinos y a todos los que se arriesgan a vivir sobre una falla.


viernes, 6 de mayo de 2011

EL BIBLIORFANATO: Raúl del Pozo

Dicen que no valgo para nada, pero eso es mentira, al menos soy un mal ejemplo. Más o menos éstas fueron las palabras que me dijo Óscar, y ahora que dejo sobre la estantería el libro de Raúl del Pozo “Noche de tahúres”, me han venido a la memoria.



A Raúl lo recogí de la miseria en El Rastrell. Allí agonizaba, entre el polvo, junto a Marvin Harris o Paco Ignacio Taibo II. Qué extrañas compañías se hacen en estos lugares. Me los llevé todos a casa, además de la calderilla que me dieron del billete de diez euros.

Noche de tahúres” me atrajo por su temática. Hojeé el libro antes de sumarlo a la compra y era un repaso a los personajes de la noche, del juego y las relaciones extrañas que se crean entre ellos. La historia es sencilla: reconstruir la partida en la que despluman a un jugador y las horas en torno a su muerte. Para ello utiliza un recurso sencillo: dos policías, uno versado en estos ambientes y un joven inexperto. No era novedoso pero sí interesante. Pues eso, que me llevé el libro. Y mientras lo leía surgieron todos los lados negativos: la trama era difícil de seguir, se pasaba de un personaje a otro de modo brusco y sin avisar al lector ni siquiera con un doble espacio; hacía alarde de una jerga del juego que impedía que comprendiese frases completas o que me obligaban a volver a la página en que la había utilizado por primera vez. Vaya, que el libro obligaba a leerlo con una libreta al lado para hacer un vocabulario, una lista de personajes que no estaban del todo diferenciados y para saber los movimientos de los policías, que por cierto, no descansan ni un solo día de la semana y tampoco tienen más caso que el que tienen entre manos. Todo un lujo para los tiempos que corren.


En definitiva, que la novela de Raúl del Pozo se queda ahí, en un manual de errores que habría que evitar. Interesante sí, pero habría que reescribirla. Y lo mejor de todo es que sales de ella pensando que has aprendido muchas cosas.